miércoles, 19 de diciembre de 2012

Va de despedidas.

Aviso: probablemente esta entrada sea lo más moñas que he escrito en mucho tiempo. Prevenidos quedáis.


This is the end, beautiful friend... así empezaban The Doors en la conocida canción, pero al contrario que Morrison y los suyos, no podemos hablar de "my only friend" o "I'll never look into your eyes again". Es sólo el final, pero hablando del tiempo y la estancia aquí. La amistad, los momentos vividos y el Erasmus continúa, en el último caso, al menos hasta junio.

Pero no adelantemos acontecimientos... llevo tanto sin escribir que sería imposible contar todo lo que he vivido aquí en este mes y medio desde la última entrada. Y es que, como normalmente decimos en la residencia, esto es un Gran Hermano sin cámaras y todo se magnifica. Y un mes aquí es como un año. Y de repente llega diciembre y la gente empieza a hacer las maletas y te das cuenta que a tus espaldas llevas un mes de auténtico disfrute y pasarlo bien.

Podría hablar de cómo este mes el baloncesto una vez más ha formado parte de nuestra diversión. De hecho estuve a punto de escribir una entrada sobre ello, pero luego la pereza, una vez más, pudo conmigo. Digamos que hemos ido a todos los partidos del Zalgiris, al menos de Euroliga, pero realmente, todo empezó aquel viernes 30 de noviembre en el Zalgiris - Olympiacos cuando un grupo de españoles semi-ebrios se presentó en la cancha una hora y media antes del partido con una pancarta para Marko Popovic (ídolo local, más allá de sus habilidades baloncestísticas). El caso es que en ese momento estaba el susodicho echándose unos tiros, y claro, vio a unos pirados armándola y no le quedó más remedio que venir a hablarnos. 
Popovic ahora sabe que tiene incondicionales
Pero no fue lo único, después estuvimos en la rueda animando como si de la final de Euroliga se tratara y nos daba igual que sólo fuera un simple calentamiento. Pero claro, ven un grupo de jóvenes, con una pancarta, gritando, y para más inri, no-lituanos, pues a la fuerza llamamos la atención. Todos los fotógrafos haciéndonos mil fotos, vídeos everywhere, la gente pidiéndonos fotos con la pancarta y animándonos. Fue una tarde increíble (dejemos a un lado que el Zalgiris perdió). Pero más increíble fue llegar a casa y descubrir que salíamos en medios locales, en la página oficial del equipo como noticia y vídeos relacionados, no sé cuántos comentarios y "me gustas" animándonos y flipando con que, sin ser de Kaunas, montáramos tal espectáculo para apoyar al equipo.

Agradables autóctonos se agregaron a la foto que el Zalgiris mostró en su página

Pero esto no acaba aquí, somos los supporters oficiales y nos enteramos que una semana después habría una charla sobre Cataluña y la diversidad cultural de España con el mismísimo Joan Plaza. Pues ahí nos plantamos, asistimos a la charla (los lituanos preguntando cosas tan trascendentales como cuánto había influido Josep Carreras a la Sociedad catalana). Plaza ya nos tenía fichados a los españoles e incluso nos pedía ayuda con algunas palabras en inglés. Y cuando terminó el coloquio, obviamente fuimos a hablar con él y acordamos ir al próximo entrenamiento del equipo, aunque sin mucha convicción. Resaltar el momentazo en el que dos de nuestros coleguis (Fran y Oier) propusieron a Plaza volver a España en moto en junio si el Zalgiris ganaba la Euroliga. Y él, como podéis ver aquí, aceptó (a partir del segundo 40)

Pues allí que nos plantamos dos días después, entrando por la entrada de atrás a la cancha de entreno, sentados dos horas viendo como los jugadores hacían táctica y contraataques, sobre todo. Y cuando acabó, y pensábamos que debíamos irnos, nos despedimos de Joan, a lo que él, extrañado, nos dijo: "¿pero no vais a bajar a echaros unos tiros o qué?" Y como locos bajamos las escaleras hasta la pista. A ver, pongámonos en contexto: el Zalgiris es el equipo más importante de Lituania y el entrenador en persona nos deja bajar a la pista, dirige una clase-concurso de tiros libres y habla con nosotros y nos cuenta del equipo y su vida como si fuera mi entrenador en el patio de mi colegio. En serio, que si lo extrapolamos es como si Mourinho te dice que bajes al césped del Bernabeu a practicar penalties con él. Pues claro, todos emocionados, club de fans oficial de Joan Plaza en Kaunas y el permiso para ir, ya no sólo a los entrenamientos, sino también para recorrer los vestuarios y todo el Zalgirio Arena. Por supuesto, decir que unas cuantas fotos cayeron: los hermanos Lavrinovic, los cuales son coleguis del r.r.p.p español por excelencia (aka Fran), Kaukenas... Y lo más gracioso fue la foto de equipo, que tiró el propio Joan Plaza subido en una silla para que se nos viera a todos. Todo bastante surreal y demasiado increíble.
La zona mixta
Foto para el calendario oficial 2013 del equipo
Pero aquí no acaba todo. Digamos que en Lituania el invierno ya llegó cuando el otoño empezaba en el resto del mundo. Y el último mes hemos amanecido con nevadas cada mañana y temperaturas de -10 grados. Sí, todo muy bonito, qué chulis las fotos, cuánto blanco... pero en serio, salir con ese tiempo no es normal. Y por supuesto, quien me conoce bien, sabe que de por sí soy propensa a caerme al suelo en los lugares más insólitos no te quiero contar si el suelo está resbaladizo. Pero creo que en Lituania he sobrepasado los límites y, una noche (y aquí es cuando, mamá, puedes dejar de leer) en la que no iba en plena posesión de mis facultades, acabé nadando (pero literal, al no poder levantarme porque estaba medio atrapada, me puse a hacer impulso nadando) en un charco enorme y profundo que hay en la calle a las 4 de la mañana con -8 grados que marcaba el termómetro. Esto propició que los 3 amigos con los que volvía a casa se partieran de risa y cayeran al suelo también. Una estampa grotesca de la que, por suerte, nadie más fue testigo.

Esta es la parte ociosa y distendida... pero claro, cuando empiezas el Erasmus, y empiezas a conocer la gente que por cierto período de tiempo será tu familia, sabes de antemano que eso tendrá un final. Y es cierto que aunque lo sepas y lo interiorices, al final no estás preparado para decir adiós. 

Estas dos semanas han sido un goteo incesante de gente que se marchaba. Todo empezó el lunes pasado, cuando el grupo grande de mi planta, el grupo con el que yo comía y cenaba normalmente, "little kitchen family" se fue a la vez y coincidiendo con el cumpleaños de uno de ellos se montó una guapa en la residencia: todos asomados a las ventanas del patio, preparados para la llegada del cumpleañero y cuando este llegó, comenzó el espectáculo: globos de agua, arroz, pasta, petardos, fuegos artificiales le cayeron al pobre. Todo ello amenizado con cánticos de cumpleaños, gritos... todo esto se trasladó dentro de la residencia, donde, solo decir que me fui unas horas y cuando volví, era un auténtico campo de batalla: las alarmas sonando, guerras de comida y bebida en las cocinas, gente toreándose en medio del pasillo, petardos y correpies por toda la residencia, gritos, humo... reconozco que al principio me quedé un poco en shock, pero me duraría unos 10 segundos (vamos, lo que tardé en unirme :D)

Aún así, al día siguiente todos marcharon, y las lágrimas sustituyeron el ketchup de las paredes. Sin embargo, lo peor estaba por llegar: si es difícil separarse de gente que vive en Europa, lo es más hacerlo de gente de Argentina, y más sin saber si volverá o no en el segundo semestre. Las lágrimas fueron transportadas a la estación de autobuses donde nos empezábamos ya a dar cuenta que no iba a ser tan fácil.

Y llegó ayer, y tocó decir adiós por parte de mucha gente (entre ellas yo): el karaoke lleno de gente internacional llorando, abrazándose, cantando todos juntos, suplicándole al camarero para que pusiera nuestra canción Erasmus (Antía, al final lo conseguimos y Some Nights sonó mejor que nunca)... "la gran familia Erasmus" todo ello aderezado con alcohol, que todos sabemos que hace más fácil sacar los sentimientos :P.

Y aquí me encuentro ahora, sin haber dormido por acompañar a unos cuantos a la estación, con miedo a quedarme dormida por si no me despierto y pierdo el avión, con la maleta aún a medias (al menos es sólo la de mano), mirando mi habitación aún sin saber si seguirá siendo la mía en el segundo semestre (espero que no), sin un sólo ruido en el pasillo (ciertamente es horrible) y pensando en el viaje que tengo por delante en unas horas.

En verdad, no quiero que acabe, pero al mismo tiempo, es horrible estar en la residencia, estando ella tan vacía. Prefiero recordar los gritos en el pasillo, el desastre en las cocinas los fines de semana, el salir de tu habitación y encontrarte a alguien ipsofacto o ir a la cocina y tener la certeza de que alguien estará allí...


                                     Most nights, I don't know anymore...


Para todos aquellos que han hecho de este semestre inolvidable. Gracias. And see you soon.

Feliz Navidad y hasta el semestre que viene :)

Pagarbiai.

viernes, 2 de noviembre de 2012

Tallín, Helsinki y se acabó

Labas!

Una semana y algo después vuelvo a escribir. Y es que el fin de semana pasado y estos días, en general, han estado cargaditos.

La semana pasada, tras el viaje de Riga, decidimos que no teníamos suficiente, así que elegimos ir un poco más arriba: Tallín y Helsinki serían nuestra siguiente parada.

Así que el jueves a la tarde cogimos nuestras mochilas y bien cargados de ropa de abrigo partimos hacia Vilnius, donde deberíamos coger el bus que nos llevaría a Tallín durante la noche. Ocho horitas nada menos para llegar a la capital estonia. El bus petado y nosotros en los 5 últimos asientos, los más incómodos, claro. Dormir era casi imposible, pero conseguimos caer en las últimas dos horas de trayecto.

Y ¡sorpresa al despertar! Abrí los ojos y estaba nevando como creo que no he visto en mi vida. ¡Pero si hacía dos horas ni llovía ni parecía haber intención ni nada! Bueno, bajamos del bus y un frío del copón. Buen recibimiento, lo que todo el mundo espera es llegar a las 7 de la mañana en una ciudad desconocida 7 grados bajo cero y con una capa de nieve de unos 15 centímetros.

Pero al fin conseguimos llegar al tranvía que nos llevaría al centro y a nuestro albergue que, por cierto, nos costó un rato averiguar cómo llegar hasta él en la oscuridad y el frío.

El albergue nos encantó: mucho ambiente estudiantil, una cocina común con té, café e infusiones gratis y un bar sólo cruzando una de las puertas, que estaba regentado por los mismos que el hostel (un argentino y un uruguayo muy majetes). Como no podíamos entrar en la habitación hasta las 12 y estaba amaneciendo, bajamos al super de enfrente a comprar algo de desayunar y emprender la marcha.

Para empezar, decir que Tallín ha sido la capital de los estados bálticos que más me ha gustado. La ciudad vieja está amurallada con torres y de estilo medieval (hay un montón de motivos, restaurantes, cafeterías con esa ornamentación). Había gente a todas horas por la calle y las tiendas de souvenirs y productos típicos son una perdición, en serio.

Fuimos a la oficina de información turística y nos dijeron que había un tour gratis por la ciudad a las 11 de la mañana, así que sin dudarlo nos unimos y nos llevaron a los lugares típicos: la plaza del ayuntamiento, la Catedral ortodoxa rusa de Alejandro Nevsky y la farmacia más antigua de Europa (Raeapteek) entre otras. Tuvimos que andar bastante, porque a diferencia de Riga o Vilnius, Tallín tenía bastante desnivel, escaleras, cuestas y demases. Pero con mucho gusto, oiga.

Entrada al oldtown
Vale para postal
Tras el paseo mañanero y la comida en un restaurante especialista en crêpes (ñam!), por fin pudimos entrar en la habitación y echar la siesta durante un par de horas. Salimos a dar otro pequeño paseo por nuestra cuenta, pero el fresquete y, sobre todo, el viento nos hicieron volver al albergue, previo paso por el super para tomar provisiones para el día siguiente.

Pero era demasiado tiempo para estar parados en el albergue así que unos cuantos cogimos nos pusimos 2 capas de calcetines y unas 5 de abrigo y salimos a la nieve: guerra de bolas, ángeles, tirándonos de cabeza por las cuestas, rodando y demás paridas a las 12 de la noche estonia. Empezó a nevar, como una señal de que debíamos irnos a la cama, ya que casi nos habíamos olvidado de que al día siguiente el despertador sonaría a las 6 de la mañana.

El filtro le da un toque tenebroso molón
Noche en Tallín (Cooperación italo-española-eslovaca)
Porque nuestro ferry destino Helsinki partía a las 7:30, y aunque el puerto estaba relativamente cerca (15 minutos andando) no sabíamos exactamente dónde quedaba nuestro muelle. Menos mal que fuimos precavidos con la hora, pues estuvimos a punto de perder el barco (no os recomiendo correr por las calles de Tallín a las 7 de la mañana con todo el suelo congelado y sin saber exactamente donde ir).
Pero finalmente estábamos en el ferry ¡mi primera vez en un ferry! Me pareció acojonante, si es que era un jodido hotel con sus ascensores y todo (en serio, me impresionó, no me esperaba ese cacho de barco para un viaje de dos horas). Salimos a cubierta (popa) con toda la rasca y vimos amanecer desde allí mientras Tallín se quedaba a lo lejos. El resto del viaje, por supuesto, dormidos.

Llegamos a Helsinki y lo primero que hicimos es comprar el bono diario: 7 euros que incluían todos los medios de transporte públicos de la ciudad, incluidos barcos.. Cogimos el tranvía y nos dirigimos a una de las calles principales. Pues lo primero que vemos es, en una de las esquinas enormes de un edificio que daba a dicha calle la “Casa Largo: Tapas y raciones”. Me descojono. Pero bueno, seguimos andando hasta llegar a la plaza del mercado: pescado, terracitas (con raciones de paella a 9 euros) y los típicos puestos. Unas vueltecicas por allí y por allá y cogimos el miniferry que nos iba a llevar a Suomenlinna, una fortaleza que se encuentra en unas islas a unos 30 minutos de Helsinki. Patrimonio Mundial de la UNESCO, con sus museos, sus cañones, sus casas que parecen para hobbits y unas vistas y paisajes excepcionales, de verdad. Pasamos allí unas 4 horas, y no fueron más por falta de tiempo.

Cañones everywhere (homenaje a Álvaro Meléndez)
Las casitas de los hobbits
Volvimos al continente y, aunque habíamos comido unos bocadillos, queríamos probar algo típico. Habíamos leído sobre la sopa de salmón, lo que no habíamos leído era el precio: 8 leros nos clavaron por un plato de sopa. Al menos estaba buena, quien no se consuela…

Como veis, nada especial. 8 lereles
Seguimos con la visita: la Catedral Ortodoxa de Uspenski (donde nos encontramos con una boda finesa), la Catedral de Helsinki a donde hay que acceder subiendo una escalinata de 44 peldaños (sí, los conté) y desde donde mola mirar hacia abajo (sensación de pequeñez), el jardín botánico la estación de trenes y la parte de la playa. Decía un folleto que era el “CopaCabana de Helsinki” pero único que nos encontramos fue una especie de laguito con patos al lado de un cementerio que hacía las veces de parque.

Catedral de Helsinki

Sunset in the seaside
Vuelta al ferry, dos horitas durmiendo tan ricamente encima de las mesas del bar y a las 10 arribamos en el puerto de Tallín, todavía completamente nevado. Me gustaría poder hablar de la noche en Tallín pero estaba tan reventada que, tras un par de cervezas y partidas de billar, me fui a dormir. Me ahorré los 9 euros de entrada del sitio al que fueron unos cuantos y el frío de la madrugada (yo es que soy muy positiva).

El domingo fue más relax: paseíllos por las zonas menos exploradas el viernes, compra de algún souvenir, más guerra de bolas y, finalmente, el hostel y, de nuevo y con mucha pena, el bus y sus ocho horas. Al menos esta vez estaba bastante vacía y pudimos disfrutar de dos asientos para cada uno. Y puede que algún día cuente cómo le di una patada en la cara al conductor (Aviso: si no queréis una patada en la cara, no intentéis despertarme de improviso :D)

Kaunas esperaba en la mañana, y aunque había nevado en el fin de semana no había cuajado y estaba tan sobria como siempre, pero con una cama calentica. 

Y hasta aquí Tallín y Helsinki.

¿Y el se acabó?

Pues que se acaban los viajes hasta, creo, diciembre, cuando espero por Praga o Berlín. Pero eso es otra historia. Hasta entonces me he propuesto que en noviembre voy a dedicarme más a mis trabajos de clase, que se me acumulan después de lo que podría llamar “dos meses de semivacaciones”. Por cierto, ya hice mi primera presentación, a la cual podría calificar de successfull. Y lo mejor es que me encantó hacerla, a pesar de los nervios y el inglés y eso. Bien!

Pero antes de este noble propósito, decir que este fin de semana hemos alquilado unos 20 coleguis una casa de campo, con lago y barbacoa y esas cosas que me recuerdan a las típicas películas americanas. Lo denominaré Fin de Semana Cultural y Tranquilo :P

Pagarbiai!

miércoles, 24 de octubre de 2012

Bruselas y Riga pueden con la rutina

Más de un mes después de la última entrada aquí estoy de nuevo. Algunos pensaréis: ¡qué vida tan ocupada llevará esta muchacha! No parará de aquí para allá todos los días.

Error. La cuestión no es que lleve una vida muy ajetreada y que no tenga un segundo para actualizar esto. En verdad es que ya estoy acomodada a la ciudad y estoy ya inmersa en la rutina. Vamos, que si no he actualizado es porque no hay mucha cosa que contar más allá de la típica vida Erasmus: salir casi todas las noches al Dzempub (el, para mí, mejor garito de aquí) beber mucha cerveza y vodka, pasar tiempo en todas las habitaciones menos en la tuya y pasear cuando el clima lo permite.

Ah!  Y también ir a clase lo necesario (que no es siempre lo justo).

Todo esto cambió hace un par de semanas cuando cogí un vuelo dirección Bruselas- Charleroi. La visita estaba planeada desde hace meses: Lovaina nos esperaba con el mejor anfitrión posible, Adrián. Y con (casi) toda la tropa: Amalia, Clara y Pedro.

Dos días en Leuven para constatar que los Erasmus en Bélgica (y supongo que en los demás destinos) vivimos parecido: que los españoles somos una plaga, cada uno con su guetto, intentando practicar inglés como se tercie, fiestas y más fiestas, ahorro en comida para tener más dinero que gastar en cerveza, etc. De Lovaina me quedo con los bares, la residencia- Universidad de Adri y el barrio de la Viudas (o Viejas, no me acuerdo), pero que era muy bonito, con sus calles empedradas y sus enredaderas.  El último día lo pasamos en Bruselas, hospedados en un hotel en lo que podríamos llamar “el Lavapiés bruselense”. La Grande Place, la estatua del bebé meando (decepcionante, era una estatua enana), alguna cuesta que subir (la única que subimos en los cuatro días), el mirador y, cómo no, la tienda de gofres.

Pero con lo que de verdad me quedo es con la tienda de comics, la más grande de Europa según rezan sus carteles. En serio, si vais a Bruselas, tenéis que visitarla. Aunque no tengáis ese tipo de hobby. Es la típica tienda en la que quieres comprar todo, aunque no necesites nada de ello: libros, comics en cualquier idioma, figuritas, camisetas, los utensilios que utilizaban los autores, pósters (tengo que volver a por el de Tintín) y un sinfín de caprichos bastante caros en alguno de los casos.

Un día largo, en el que cargamos con el cansancio y la resaca de la noche anterior y que acabó con nosotros tirados en las camas del hotel. Así, al día siguiente nos despertamos a eso de las 6, para coger el bus que nos llevaría al aeropuerto y, tras un fin de semana repleto de muletillas repetidas hasta la saciedad, de mucho aprendizaje de arquitectura, cultura y, en general, de la vida, gracias a Pedro Torrijos, aborreciendo a los malditos kebabs (4 en tres días) cogimos el avión rumbo a Madrid.

(Aquí debería haber fotos, pero mi cámara-chusta era encargada de las fotos de por la noche. Y aquí no procede)

Y casi beso el suelo al llegar. Pero al ir con 3 capas de ropa más el abrigo y bajar del avión con casi 20 grados, se me quitaron las ganas. Viaje exprés, que lo llaman, se me pasó el tiempo volando. Familia, amigos del colegio, universidad y de toda la vida, y un concierto de Wilco en sólo tres días. Todo con la mejor compañía posible. Pues así estaba yo el miércoles noche, que no me quería volver ni patrás.

Pero el despertador sonó a las 4 de la mañana y un viaje con escala me estaba esperando. No creáis, se me hizo corto: Madrid- Bruselas completamente dormida. En el aeropuerto de Bruselas dormí 3 horas y esperé despierta 1. ¿Y en el Bruselas – Kaunas? Pues lo mismo, dormida en la bandeja del asiento de delante. Así cualquiera.

Cogí el bus aún con la morriña, y tras 40 minutos llegué a la residencia. Mi casa. Y el ambiente me hizo cambiar la cara. Y es que los españoles estaban preparando nuestra Cultural Night. Las Cultural Night es un evento que tiene lugar cada jueves en un bar al lado de nuestra resi en el que los miembros de cada país muestran su cultura a través de vídeos, comida, bebida y lo que se tercie. Pues llegué y casi sin soltar la maleta, me puse a ayudar en la cocina: tortillas de patata, pa amb tomaquet, jamón serrano, sangría, agua de Valencia… todo ello en cantidades ingentes.

Y cómo la cosa va de enseñar nuestra cultura y, como no podía ser de otra forma, llegamos tarde a nuestra propia presentación. Tras enseñar un powerpoint, explicar un poco nuestro país y nuestras peculiaridades en un tono humorístico (ya sabéis, siesta&fiesta), tocar y cantar “Tu Calorro” de Estopa con la guitarra española, bailar Paquito el Chocolatero y la Macarena, y darlo todo  con las palmas sin un ritmo concreto, se procedió a la degustación, que, por cierto, fue un auténtico éxito. Ahora todos piden la receta por la residencia  :P.

Tu Calorro - Performance by Axier Cabal
No podía faltar Paquito el Chocolatero
Del día de después mejor no hablar, tan sólo decir que hemos sido la Cultural Night más accidentada hasta el momento: vasos rotos y robados, la pizarra  del bar en la que viene el menú del día desaparecida, y un toque de atención por llevar tanta bebida (10 litros ná menos). La leyenda española sigue creciendo, por si no teníamos suficiente con nuestra imagen de ruidosos. Pero lo mejor y más increíble de todo es que les encantamos. Así que, como dice el típico tópico Spain is different.

Y casi sin tiempo para asentarme de nuevo en Kaunas llegó el sábado. Y con él, el viaje a Riga, previo paso por la famosa Colina de Cruces. Sólo diré que no aguanté allí más de 10 minutos: el nombre no induce a engaños, se trata de unos montículos con escalones en los que hay miles de cruces que la gente ha ido dejando a lo largo de los años. Como un santuario. Nos contaron que la mayoría de la gente sentía una fuerza especial al estar allí. Pues qué queréis que os diga,  a mí es que estas cosas de religiones, a pesar de haber ido a un colegio de franciscanos, me dan mal rollo.

La primera impresión

Tras unas dos horas más en el bus, por fin llegamos al albergue. Pegado al río Daugava, estaba a sólo 5 minutos del oldtown, dónde nos hicieron una guía. He de decir que la ciudad me encantó: las casas parecían castillos, muy de cuento de fantasía. Es una ciudad-ciudad, con su parque al estilo Retiro con barquitos, coches tirados por caballos o por ciclistas y edificios señoriales. Y sobre todo, mucho arte callejero: al menos tres grupos distintos haciendo performances en las calles del centro. Vamos, que la ciudad me gustó muchísimo. Además, y ¡ojo! al bakalá-record:  Riga es la ciudad de Europa con más árboles de navidad. Casi ná. El punto negativo es que Letonia es algo más cara que Lituania, pero algo menos que, por ejemplo, Madrid. Que por cierto, la moneda de allí se llama lats (1 lats es algo más de un euro).
Plaza del ayuntamiento
Panorámica del centro
Oldtown
Lo de los grupos callejeros me encantó
¿La noche letona? Pues como todas. La ESN organizó un encuentro Erasmus entre los estudiantes internacionales de Letonia y Lituania en un pub en el que teníamos que llevar algún motivo relacionado con la temática “Like a Sir”. Pero al final, ni encuentro internacional (casi todas eran caras conocidas), ni “Like a Sir” (más allá de los bigotes de cartón que nos dieron). Nos llevaron a una discoteca que me recordó peligrosamente a Kapital (horror) y tras unas horas preguntándome qué pintaba yo en un sitio como ese, pillé a mis compis de habitación a eso de las 4 y volvimos al hostel, donde nos quedamos hasta las 6 tirados en un pasillo hablando de todo y nada a la vez.

El domingo, después de que los españoles fueran por todas las habitaciones despertando a voces y cantando a la gente, moviendo las camas (fui una de las afectadas, acabé en medio de la habitación), de dar un par de vueltas más por la ciudad y terminar de despedirnos de ella, cogimos de nuevo el bus de vuelta a Kaunas. Y no hace falta que lo diga, pero me quedé sopa en el trayecto.

Río Daugava
El Retiro rigués
Reloj random del centro
La iluminación por la noche de la ciudad es preciosa
Lamentablemente el domingo no acabó ahí y, para que luego digáis que no cuento nada referente a lo académico, ya estrené mi temporada de noches-sin-dormir-por-hacer-trabajos: me acosté a las 8 de la mañana terminando un trabajo sobre la propaganda del franquismo. Y aunque parezca interesante, cuando llevas 4 días seguidos en aviones, buses y visitando una ciudad de por medio, lo único que quieres hacer es irte a la cama. Esa noche di gracias a google translate y al copypaste como nunca en mi vida, por cierto. Y es que, en teoría, y aunque apenas no lo haya notado, estamos en la semana de exámenes de mitad de semestre (en mi caso, trabajos).

Por cierto, que dicen que la semana que viene es posible que empiece a nevar (pronostican hasta -5 grados), cosa que choca totalmente con el buen tiempo que hemos tenido hasta hace un par de días. Eso sí, por la noche ya refresca que da gusto.

Kaunas hace un par de días
Y… creo que esto es todo hasta, con casi toda seguridad, la semana que viene, ya que ¡Tallin y Helsinki me están esperando desde este jueves!  Ya os contaré :)

Pagarbiai!

jueves, 13 de septiembre de 2012

Clases, baloncesto y ruedas pinchadas

Aquí me encuentro, tras diez días en los que la vorágine provocada por el inicio de las clases, el habituarme a esta ciudad y diferentes eventos no me han dejado tiempo para darle a la tecla en condiciones.

No. En realidad la pereza inherente a mí no ha abandonado este cuerpo ni a más de 3.000 kilómetros. Pero bueno, aquí estoy para ofreceros una nueva entrada de la apasionante vida Erasmus (aviso a navegantes: extensión media-alta).

La semana pasada empezó el curso, pero por alguna extraña razón no me importó. Es más, tenía ganas de ir. Pues allí me dirigí el pasado lunes a mi primera clase de Propaganda Criticism. El nombre y el tema de la asignatura invitaba al optimismo, al igual que Communication in the Modernity. Pero la verdad es que no distaron mucho de las clases en la UC3M: powerpoints, trabajos, presentaciones… aún así, me gustaron mucho por la interacción entre profesores y alumnos, además de que aquí el examen consiste en un ensayo final, algo así como una “memoria” del curso, por lo que no me queda más remedio que decir: VDU 1 – UC3M 0 (aunque esto no pilla por sorpresa a nadie). 
De las dos otras asignaturas no puedo hablar porque ciertos compromisos ineludibles –mequedédormida- evitaron que fuera.

Sigo progresando con el inglés. Para mi sorpresa, después de una prueba de nivel, me metieron en el B2, así que tan mal no vamos. Eso sí, como el karma’s a bitch, y mi condición de pringada no cambiará en la vida, pues me asignaron mi aula a la facultad más lejana posible, que se encuentra como a 30-40 minutos andando desde la residencia. “Un paseíto de nada” diréis. Sí, claro… os quiero ver yo en octubre a las 7:30 dándoos ese pequeño paseo. Porque claro, esa naturaleza de pringada no podía ser plena si no me ponían el horario más temprano: a las 8 de la mañana.

Además, para seguir con esta serie de catastróficas desdichas, he conseguido renovar mi armario sin salir de casa. Porque sí, porque a pesar de hacer caso a todas las indicaciones de mi madre y cumplirlo al pie de la letra, ya he tenido mi primer percance doméstico con la lavadora. Así que donde antes había un top amarillo ahora hay uno verde pistacho y donde había unos pantalones blancos ahora hay unos azules claritos. Que no se diga que no soy positiva en la vida.

Y ya para rematar, aderezaremos esto con el dolor de las muelas del Juicio. Hoy tengo cita con el dentista y, parafraseando a mi amigo Pedro, espero que me anestesien con vodka.

Y después de esta introducción en la que cuento lo más aburrido y de lo que, espero, hayáis pasado de leeros, pasemos a temas más ociosos.

El miércoles fuimos al trofeo de apertura de la temporada baloncestística -¡por fin!-: el Supertauré (algo así como la Supercopa, podríamos decir). Pues al Zalgirio Arena que fuimos toda la tropa… qué pasada de pabellón y de presentación de la temporada. El campo estaba a reventar, y reconozco que llegué a emocionarme cuando unas 15.000 voces entonaron el himno lituano. Además, era derbi contra el Lietuvos Rytas, y la gente no paraba de animar y hacer olas. A mí me gustó especialmente porque me senté al lado de un lituano con el que estuve hablando bastante durante el partido… no veas si controlaba, empezó a hablarme de la ACB y de la liga italiana y, ojo, me apoyó en mi amor por Kalnietis. Creo que no podía ser más feliz en ese momento. Aún así, el partido no tuvo mucha historia: ganó el Zalgiris de paliza. Pero la experiencia es para repetir, desde luego (al menos en Euroliga).
¿Yo? Del Zalgiris casi desde que nací
Por cierto, cada día que pasa Kaunas es más nuestra casa. Ahora, con el buen tiempo que está haciendo es genial poder disfrutar de la ciudad y del parque a orillas del río. Como dice Antía, se pierde la noción del tiempo.
Spanish Guetto en todo su esplendor
Pero vamos a lo realmente importante: el viaje del fin de semana. Nos tocaba visitar el oeste de Lituania, la parte del Báltico: la Península de Curonia y Palanga.

Península de Curonia
Después de levantarnos a las 7 am, de casi 4 horas en el bus, de coger un ferry en Klaipeda para el que tuvimos que esperar una media hora, llegamos, por fin, a Neringa. En un pueblo a orillas del Lago Curonia, hicimos una excursión por el conocido Monte de las Brujas en el que había muchas estatuas talladas en madera y que, según nos contaron, guardaban cada cual una leyenda. A mí me pareció divertido… al principio. Cuando ya llevábamos como 20 figuritas y casi 2 horas de camino se tornó algo tedioso y ni dios escuchaba al guía ya. Pero la valoración final fue positiva. Además, el pueblito tenía su encanto: era totalmente llano y el lago Curonia parecía una prolongación más del suelo, tan gris.
Una de las 50 brujas random que vimos
Tras un aperitivo rapidísimo, volvimos al bus para dirigirnos, ahora sí, a las famosas dunas de Parnidis. Si no os dicen que estáis en Lituania, pensaríais que es el Sahara, pero con ese contraste que crean los bosques de pinos alrededor. Tras subir una cuesta en la que no parecía que avanzaras, con cierta dificultad debido al fuerte viento y a la arena que se te clavaba por todo el cuerpo,  llegamos a la parte más alta en la que había una especie de mirador, con una vista que me encantó: por un lado, tenías el Lago Curonia, y al girar la cabeza, te encontrabas con el Mar Báltico. Lo hubiéramos disfrutado más si no hubiera sido por ese aire matador. Hechas las fotos pertinentes, con los pies pegados al suelo para no volarnos, y preparados con pañuelos, sudaderas y cualquier tela con la que cubrirse la cara, volvimos al bus, que nos dejó en otra parte de las dunas: más llana, con un reloj de sol y que, personalmente, me recordó a esos famosos jardines ZEN, multiplicando por 50 su tamaño.

Peregrinación en el Sahara de Lituania
En lo alto de la duna. Al fondo, el Báltico
Después de descansar un par de horas, tomamos el bus para llegar a nuestro destino final: Palanga. Y es a partir de aquí  cuando empieza el verdadero viaje. Al menos, la parte más distendida. Y es que Lituania, a veces, parece un país sin ley.

Eran como las 7 de la tarde y tras un día bastante agotador íbamos camino de Palanga en el bus cuando, de repente, hubo una especie de estallido y, acto seguido, un tambaleo raro en el que pensé que volcábamos. El conductor paró el bus bajó a ver qué pasaba y… ¡toma pinchazo! En una de las ruedas traseras, el neumático estaba totalmente destrozado. Pues bien, tras deliberaciones varias, decidió continuar el viaje (estábamos como a dos horas de Palanga). No iríamos a más de 5 km/hora, el bus meciéndose para un lado y otro que pensábamos que no íbamos a llegar. Tras llegar a Klaipeda, decidieron que lo mejor y más conveniente era pararse en medio de la carretera a eso de las 10 de la noche y cambiarnos al otro bus en el que no cabíamos todos, por lo que, para evitarse problemas (debieron de intuir que aquello no era legal o algo, ejem) apagaron las luces dentro del bus y la gente se metió como pudo en el pasillo. Y así, tras fliparlo todos un poco, por fin, conseguimos llegar a nuestro destino.
Con la rueda así estuvimos como 2 horas
Palanga
Es el típico pueblo costero en el que veranean los lituanos. A la orilla del Báltico, me recordó más a esos que salen en las películas americanas: eran casitas de dos plantas con jardín pero sin vallas (lo siento, me encantan este tipo de detalles estúpidos). Y luego, cuando dejas la zona residencial, llegas al típico paseo en la que sólo hay bares, restaurantes y pubs. Pues bien, a eso de las 12 de la noche decidimos que era una hora estupenda para cenar y, después de buscar y entrar en unos 2 restaurantes cerrados encontramos un “Kebab”. Lo pongo entre comillas porque tenía de kebab el pan y… ya. En serio, si alguna vez viajáis a Lituania, nunca los comáis. A no ser que tengáis un problema en vuestras papilas gustativas. En ese caso vale.

Pero por lo demás… lo que vimos de Palanga nos gustó. Encontramos un bar en el que un litro de cerveza eran 6 litas (1,75 €) y ahí estuvimos el Spanish y French Guetto hasta eso de las cuatro. Luego llegamos al hotel y continuamos la party en las habitaciones, llamando a las puertas de otros compis y sacándoles de la cama. Muchas risas. Acabamos yéndonos a dormir cuando ya había amanecido.
Nuestra verdadera cena
El Paseo de Palanga
Pasamos la mañana y comimos en Palanga para ya tomar el bus – supuestamente arreglado - a la última visita: la Colina de las Cruces. Pero no. Como este país a veces es surrealista, a mitad de camino volvió a escucharse una miniexplosión, el bus volvió a tambalearse que parecía que iba a volcar y el olor a gaucho quemado inundó el interior. Surrealista. El conductor por poco llora. Nos hizo salir del bus y se fue, quién sabe si para siempre.
La ocasión lo merecía
Así que ahí estábamos, un grupo de unas 80 (?) personas tiradas en medio de una cuneta random de Lituania. La excursión a la Colina de las Cruces se atrasó a otro día. Total, que tras más de una hora de espera en la que jugamos a las cartas, al tabú y hasta me dio tiempo a echarme una microsiesta, volvió el autocar. Y, esta vez sí, reparado. Pusimos rumbo a Kaunas que, tras otras cuatro tranquilas horas de viaje, fue como llegar a la Tierra Prometida (faltó besar el suelo).

Eso sí, a pesar del cansancio, las horas de viaje y los infortunios con la rueda, creo que a nadie de los que fuimos  nos importaría repetir. Veremos qué nos depara el próximo viaje.

Y hasta aquí, el capítulo de hoy. A este paso hago un libro.

Pagarbiai!*

* Sí, soy más guay por ponerlo en lituano. Que por cierto, no lo he dicho, pero se me fue la pinza y decidí apuntarme para aprender esta lengua que parece satánica o algo así. Ya contaré mis progresos (si los hubiera).

lunes, 3 de septiembre de 2012

Hey, ¡que ya llevo una semana aquí!


Hola,

como de costumbre, cuando emprendo un nuevo proyecto empiezo con muchas ganas y con la idea de hacer mil cosas alternativas para complementarlo (otra cosa es que termine con las mismas ganas). Pues bien, llevo todo el verano meditándolo y he decidido crearme este blog para ir contando qué tal es la vida en Kaunas, qué hacemos por aquí, a qué lugares vamos... en fin, las aventuras y desventuras de una Erasmus española en estas tierras tan alejadas del Mediterráneo.

La primera semana en Kaunas se ha pasado volando. Parece tan lejos en el tiempo cuando me monté en aquel avión en Alicante (con cierto temor, Ryanair, ya sabéis) que es como si llevara viviendo aquí meses. El viaje comenzó animado, con un lituano de unos 50 años sentado a mi lado que no se bebió menos de 10 botellitas de whisky en las 3 horas de trayecto. Ya os podéis imaginar... todo el camino hablando, escondiéndose de su mujer para que no le viera gastarse el dinero en alcohol y sacando temas de conversación random. He de decir que en un principio era ameno, pero a medida que iba pasando el tiempo y su bandeja se llenaba de botellas vacías, se fue haciendo un poco pesado: se movía, no se callaba, me interrumpía la lectura o cuando estaba durmiendo. En fin, que al bajar del avión, y visto el escándalo que había creado, su mujer acabó reprendiéndole delante de todos, lo que fue ciertamente gracioso.

El aeropuerto de Kaunas es muy pequeño: consta de un bloque y una sola pista (o dos, quien sabe). La cosa es que yo iba con el miedo de no encontrar a mi mentora... pero no, allí estaba ella esperándome. Se llama Ugne y es muy simpática, poniendo todas las facilidades. Cogimos el bus que nos dejaría en la puerta de la residencia. La pobre había dormido 3 horas aquella noche, pues a las  6 de la mañana fue a recoger a unos eslovacos que llegaban en bus. Aún así, nos acompañó (a los eslovacos y a mí) a hacer las pertinentes gestiones (papeleos varios de la universidad). Los eslovacos son muy majos, y hablan todos inglés perfectamente (yo pensé que eran de UK o algo así) y sorprendentemente me entendían con mi inglés-vallecano. 

Tras esas aburridas burocracias fuimos a lo que se presupone que será nuestra casa cuando llegue el frío invierno: el AKROPOLIS. Es el centro comercial de Kaunas, a 5 minutos de la residencia. Tiene de todo y en estos 7 días, cada vez que he salido a la calle he acabado haciendo cualquier compra allí. Bolera, pista de  patinaje, ropa... vamos, lo típico.

La residencia mola. Es un edificio algo antiguo de 10 plantas con habitaciones compartidas (algunas en bloques). Cada planta tiene dos cocinas comunes y es ahí donde más "vida social" hacemos. Yo vivo en uno de los bloques de dos habitaciones de la sexta planta. Es cierto que compartir un baño entre 5 puede ser un poco complicado, pero de momento no ha habido problemas. Vivo con dos italianas y dos turcas, y la comunicación parece fluir por el momento. 

Al llegar el primer día ya conocí a algunos de los españoles que están en la resi. En total somos unos 20 y ya nos hemos formado nuestro grupo al que los demás residentes llaman "The Spanish Guetto" por estar siempre juntos. De hecho, hemos hecho nuestra la cocina de la quinta planta y casi siempre coincidimos para comer y cenar allí. Y para beber por la noche antes de salir (y si no salimos, también).

¿Y sobre Kaunas? Pues no mucho que contar por el momento. Es una ciudad pequeña, casi un pueblo, y a pesar de ser bastante lineal arquitectónicamente hablando, a mí me parece que tiene su encanto, sobre todo la parte del oldtown, donde está la zona de bares, el ayuntamiento, un pequeño castillo gótico... También hay que destacar la calle Laisves: es la calle/avenida principal que une las dos zonas. Para entendernos: un Paseo de la Castellana en miniatura. Aquí todo es barato: la comida (excepto fruta y verdura, que son precios más elevados), la restauración (pizza+bebida+postre 5 euros), el tabaco... por no hablar de la cerveza. La marca por excelencia es Svyturis y una botella de medio litro cuesta 1,90litas (unos 50 cent al cambio). En los bares las consumiciones también son bastante baratas: minis de cerveza a 6 litas, chupitos a 8, y los cubatas sobre 15. Y con esos precios es que te incitan a beber.





Hoy ya empezamos el curso, pero primero tuvimos un pequeña presentación de las carreras y facultades. La VDU se divide en las distintas facultades y están distribuidas en calles cercanas a Laisves. La mía, la de Ciencias Políticas y Diplomacia, es la que más cerca está, a sólo 5 minutos. Acostumbrada a tener que hacer 1 hora y media de caminos todos los días, creedme que será un gran cambio (para mejor). Además de mencionar que, según mi horario, sólo tendré que ir dos días a clase (lunes y jueves), y los demás días libres. Pero oye, que yo no me voy a quejar de no tener que ir todos los días, faltaría más :D

El tema de la comunicación en inglés lo llevo bien de momento: los lituanos, en general los jóvenes, hablan muy claro y a un ritmo en el que se entiende todo, así que mis temores por no entender las clases en inglés se van diluyendo poco a poco. Sin embargo, al hablar con gente de otras nacionalidades te das cuenta de lo atrasados que estamos en España respecto idiomas. Excepto los italianos, españoles y franceses, el resto de Erasmus de la residencia con los que me he topado hablan inglés fluidamente y sin problemas, ya que han estado escuchando desde pequeños y les obligan a tener un cierto nivel (elevado) en sus universidades. Por no hablar con la cultura: nuestro compi eslovaco, Mateo (Matje) no entendía como los españoles no sabíamos casi nada acerca de Eslovaquia (o de Europa en general): el sabía bastante sobre nuestra historia y llegó a mencionar a Franco, la Guerra Civil, los Borbones... y mientras nosotros no sabíamos decirle de Eslovaquia más que la capital y que anteriormente estaba anexionada a República Checa. Nos hizo reflexionar y estoy convencida de que en un test sobre la historia de España, él sacaría mejor puntuación que nosotros

Y, bueno, por último, las típicas excursiones Erasmus. Ya hemos hecho las primeras: Trakai y Vilnius.

Trakai es un pueblito rodeado de lagos en el que se encuentra un castillo que data de la Edad Media, pero que ha sufrido varias restauraciones a lo largo de la historia debido a las batallas que se libraban en él. Con un embarcadero de tamaño considerable, una de las cosas que más me gustó de Trakai fue los colores llamativos de sus casitas.




Tras estar allí unas horas, partimos hacia Vilnius. Por fin, la capital. A una hora y poco de Kaunas, una compi letona de la resi nos puso en malos antecedentes respecto a la ciudad. Pero sin duda, no tenemos la misma percepción. Vilnius nos encantó a todos: la parte del centro es medieval, con vestigios del Gótico y el Renacimiento y está todo muy bien cuidado y limpio. Además, una parte de la ciudad (la que personalmente más me gustó) es el distrito de Uzupio: es una especie de barrio bohemio donde encuentras desde pinturas en  los puentes, grafitis, a las más insólitas muestras de arte callejero (a mí me llamó la atención la lavadora hecha en piedra, por ejemplo). Los habitantes del barrio se consideran una República independiente con sus propias leyes, muchas de ellas con tinte cómico. Por ejemplo, una de las normas al entrar es mostrarse siempre sonriente.



Además, tuvimos la suerte de que la ciudad estaba en fiestas, por lo que había un montón de gente y ambiente en las calles.

En conclusión, Vilnius nos ha dejado muy buen sabor de boca. Además, tuvimos la suerte de que la ciudad estaba en fiestas, por lo que había un montón de gente y ambiente en las calles. Desde luego, ha sido nuestra primera visita a la capi, pero desde luego no la última, porque según nos cuentan, aún nos queda mucho que ver allí :)



Y hasta aquí mi primera semana por estas tierras. De momento el tiempo nos está respetando y estamos viendo bastante el Sol, por lo que habrá que disfrutarlo que a partir de otoño no lo veremos mucho.

Gracias por leerme. Intentaré que las próximas entradas sean más cortas. Pero ya sabéis, cuando se empieza algo siempre hay mucho que contar :) 

Pagarbiai!